La actual crisis sanitaria ha hecho que muchas personas se pregunten por los derechos y obligaciones que tienen tanto los pacientes como los acompañantes que se mantienen en las habitaciones del hospital o acuden a consulta. De hecho, los derechos de la acompañante del paciente son algo que se vulnera en más ocasiones de lo deseado, generalmente por el desconocimiento de todas las partes.
La figura de la acompañante del paciente es de vital importancia, sobre todo para evitar la soledad en la tercera edad o en personas vulnerables como pueden ser niños o discapacitados.
Por ello, es especialmente importante que tanto los pacientes como sus familiares y los propios acompañantes conozcan sus derechos y obligaciones, para evitar abusos y malas acciones dentro de los recintos médicos.
Y es que, aunque se da por hecho que una persona enferma debe tener acceso a una compañía que le aporte seguridad y consuelo, lo cierto es que esto no es solo una costumbre o cortesía, sino una posibilidad contemplada, registrada y reglada por la ley.
Tanto es así que en la actualidad existe el Decreto 45/2019, del 21 de mayo, donde se garantiza el derecho de acompañamiento —así como el de información y tiempos máximos de atención en urgencias— de las personas que precisan de atención médica.
Aunque esta norma concreta está publicada en el Boletín Oficial de Castilla-La Mancha, las diferentes comunidades de España incluyen reglamentos relativos a los derechos de la acompañante del paciente en los recintos hospitalarios.
¿Cuales son los derechos del acompañante del paciente?
Bien se trate de un familiar o de una acompañante profesional, existen derechos del acompañante del paciente inapelables que rigen las normas de tratamiento del personal sanitario y administrativo a las personas que acuden al centro médico con las personas que sufren una dolencia.
Tal y como registra el propio texto de la normativa manchega, “los centros, servicios y establecimientos sanitarios facilitarán el acompañamiento de los pacientes por un familiar o persona de su confianza, excepto en los casos y situaciones en que esta presencia sea desaconsejable o incompatible con la prestación sanitaria”.
Esto quiere decir que, salvo en casos como los que se están viviendo en esta grave crisis sanitaria creada por el coronavirus, donde se desaconseja la presencia de terceras personas en los ingresos para evitar más contagios, todo el personal sanitario tiene que mostrar su mayor disposición y colaboración a que una persona esté acompañada.
Dignidad e intimidad
El texto público que regula estos derechos habla del derecho a la dignidad e intimidad de los pacientes, así como la humanización de la asistencia sanitaria.
Precisamente en estos tres puntos reside la importancia de la acompañante del paciente: estas personas pueden aportar una tranquilidad y apoyo extra a los enfermos que no puede ser proporcionado por el personal sanitario.
Pese a las buenas intenciones y labor de médicos, enfermeros y celadores, algunas personas, sobre todo en la tercera edad, se sienten desvalidos y atemorizados en los ingresos hospitalarios. Suelen llegar incluso a desorientarse y pasar un estrés añadido a su dolencia.
La presencia de una compañía continua, especialmente dedicada a ellos y representada por una persona en la que puedan confiar, mejora en todo lo posible su estancia en el centro médico.
Los ancianos sufren menos si están acompañados
La soledad en el hospital es a veces mucho más peligrosa para los ancianos que deben permanecer ingresados en los hospitales. Pasar tiempo a solas en una habitación luchando contra una dolencia puede llegar a convertirse en una total pesadilla para las personas mayores, que terminan necesitando, sobre todo, contacto humano continuo.
Porque evitar la soledad en la tercera edad es reducir la posibilidad de que estos pacientes sufran un doloroso mal: la depresión.
Son muchos los cambios que se dan en esta última etapa de la vida. Esto hace que la tensión emocional de los ancianos sea frágil y quebradiza. En casos en los que hay que permanecer ingresado en planta o acudir a urgencias, esa tensión se pone a prueba con el miedo, la incertidumbre, las dudas… hasta llegar a romperse.
¿Qué puede hacer una acompañante en estos casos? Aunque son muchas las tareas adicionales que puede llevar a cabo el acompañante hospitalario, lo más importante es simple: estar ahí, escuchar al anciano, atenderle y ofrecerle conversación. Con estas simples acciones ya se está contribuyendo a la mejora de la salud del paciente.
Ayudar a los abuelos a mantener la mente fuerte les prepara para afrontar más pruebas, una valoración médica negativa o la necesidad de alargar la estancia en el centro.
Acompañante profesional de enfermos
El ritmo cotidiano —con largos horarios laborales, la posibilidad de vivir lejos, etc.— hace que hijos u otros familiares no puedan acompañar en ocasiones a los ancianos en las visitas médicas.
En ese sentido, lo mejor es confiar en la ayuda de una acompañante profesional que atienda a su familiar mayor y pueda asegurar su estabilidad emocional, comprensión de la situación y demás cosas relacionadas con su salud.
¿Y cuál es el precio por cuidar enfermos en un hospital? Evidentemente, se trata de un puesto de trabajo oficial, por lo que los estándares suelen adaptarse al Salario Mínimo Interprofesional. La media de coste por hora de estos profesionales es de 14 euros, aunque algunos cuidadores establecen un coste fijo por tardes, noches, mañanas o jornadas completas.
Lo que sí está claro es que son muchas las ventajas de contratar a una acompañante profesional y es un coste asumible para las familias que lo necesitan.
Para empezar, estas trabajadoras están formadas y acumulan experiencia en la estimulación física y psicológica de los ancianos. Gracias a pequeñas terapias y actividades, logran que los mayores se preparen mejor para afrontar la situación médica que puede desestabilizar su ánimo.
Estos trabajadores pasan muchas horas diarias en estos espacios médicos, por lo que disponen de herramientas y conocimientos para actuar ante cualquier situación que pueda sufrir el enfermo: desde la simple tarea de ir al baño con movilidad reducida hasta tratar con médicos y enfermeras ante cualquier duda o molestia.
Otra gran ventaja de contar con cuidadoras profesionales es que pueden adaptar su horario a las demandas de la familia. Al no tener que compatibilizar con otro trabajo u ocupaciones, se puede fijar un horario en el que ningún miembro de la familia estará en el hospital para que su padre, madre o abuela no estén solos en ningún momento.
Por último, hay que destacar que las acompañantes hospitalarias se convierten en el mejor puente de información entre el equipo sanitario y las familias: en muchas ocasiones los ancianos ingresados no terminan de enterarse de lo que les ocurre y se va a hacer con ellos. Las cuidadoras atienden a las explicaciones de los sanitarios, las comprenden y luego las trasladan a las familias.
Sin duda, el acompañante del paciente es una figura indispensable que juega un papel fundamental en la recuperación del enfermo. Son un apoyo necesario desde el punto de vista emocional y además ofrecen compañía, entretenimiento y asistencia.